martes, 8 de agosto de 2017

'Rodolfo Otero: Amor por la danza', en versión original (11 de julio del 2016 - I)

-(Yo)¿Que el flamenco no tiene nada de árabe?
-No (levanta la voz), de La India, sí. ¡De ahí viene el flamenco, huevos tuyos tanto que sabes!
-De eso nada, yo no estoy de acuerdo con eso.
-Allá tú. Yo te respeto la tuya. Yo te digo que la mía es que viene de la India. Y ya está, es así (con firmeza), para mí lo es. Y para muchos flamencos que conozco…
(Seguimos un rato debatiendo, Rodolfo deja languidecer el tema, sin moverse de su sitio teórico; una cierta tensión en el aire).
-Tú a Jerez de la Frontera has ido mucho ¿no?
-¿Por?
-Me acuerdo cuando tenías la moto, y cuando fuimos nosotros a Jerez que nos diste la dirección de aquella pensión, y como que ibas todos los años.
-He ido sí, porque estaba la Cátedra de Flamencología, en el Palacio de San Juan. Y porque Jerez me encanta. El aire, solo. El pararme como me he parado diciendo ¡no sé tocar ni una puta mierda de palmas al lado de esta gente, me cagüen la madre que me parió! Me sentaba en  un bordillo y escuchaba yo las palmas entre las rejas, que estaban tocando ellos, y me fascinaba. ¡Qué sentido le daban  al sonido de las palmas! ¡Y cómo sonaba! Eso lo puedes escribir que es verdad.
-¿Te dedicas más al flamenco después de Antonio?
-Sí, claro, me dedico más al flamenco (entramos en una serie de puntualizaciones sobre asuntos que hemos tocado anteriormente; algunos aclaramos, otras medio aclaramos, otras, “joder, que no me acuerdo, tú”).
-¿A qué hora vas al estudio (de baile) por las mañanas?
-Depende. De momento voy a dar de comer a los peces. He llegado hoy y el último pez que tenía en el acuario: muerto. Fíjate la cabronada. Hay que limpiar la bomba, el filtro del agua, la arena y todo. Se han muerto porque no estaba como dios manda. Y ¿qué?
-Que me tendría que pasar por el estudio y ver contigo lo que tienes allí.
-Fíjate, que me ha extrañado. Amancio Prada cuando vio el estudio se quedó enamorado, y salimos a dar un paseo con la maestra y yo y él, charlando de que había estudiado aquí en la Universidad de Valladolid, que le gustaba mucho Valladolid, que tenía gratos recuerdos de su juventud y tararí tarará. Y eso, que ha estado tocando aquí, y se me ha pasado ir a verlo porque si no vienen a mí voy yo.
-Sí, ha estado la semana pasada.
-Sí. Si quieres un caramelo te lo puedo dar. Sin azúcar, para los diabéticos. Bueno, ya lo sabes (cojo un caramelo).


-¿Con los gitanos qué tal? ¿cómo te has llevado con ellos?
-Muy bien. Siempre.
-¿Les conocías desde pequeño?
-En el barrio de San Nicolás vivían gitanos, y la gitana más guapa que había fue novia mía ¡gitana! Y entraba en su casa y todo. Sin problemas. Luego se fue a Madrid, ella. Y allí en Madrid, la vi. Era guapísima, de morirte.
-¿Aquí los gitanos eran flamencos?
-Un gitano siempre ha sido un gitano. El gitano nunca ha querido estudiar, el gitano era el mejor del mundo; sus hijos, los mejores del mundo, los mejores bailarines, los que mejor cantaban. Lo decían ellos, pero no los demás. Era super proteccionismo, por complejo de inferioridad. Porque les habíamos atacado mucho los payos, despreciándoles, descalificándoles, bah es un gitano…  y eso les daba por culo. Mucho.
-¿Cómo te acercabas a ellos?
-Los gitanos se acercaban a todos. Cogían así y se llevaban tres o cuatro cortes de traje de caballero de la hostia, buenos, y les vendían. Ahí en la calle Ferrocarril estaban. En la tienda (de telas donde trabajaba) llevaba yo allí a todos los gitanos, y zapateaba y bailaba detrás del mostrador, yo. Y por eso venían, y por eso les vendía las telas y les mangaba. ¡Yo, a los gitanos! Con el metro (ríe). Les mangaba, visualmente, pero luego al resultado, les daba lo justo.
-¿Te enseñaron algo de flamenco los gitanos?
-Quien me enseñó, te lo he dicho, de flamenco fue Amador González. Eso era una bendición. El amor que tenía por el flamenco no lo tiene nadie. Ciego y todo. Joooder. Y había otro, que era un cantaor muy bueno, el Chapí. Vivía en la Plaza de las Brígidas. Y luego se pasó a las Delicias, a la calle del Trabajo. El Chapí. Más flamenco que sus muertos.
-¿Era payo?
-Sí. ¡Cómo cantaba ese! Era amigo de Amador González, que tocaba para él.

El maestro y yo (Junio, 2017). Fotografía: J. M. Lostau.

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