miércoles, 15 de noviembre de 2017

'Rodolfo Otero: Amor por la danza', en versión original (2 de agosto del 2016)

Últimos días de grabación. Intentamos concretar la fecha de incorporación a la Compañía de Antonio el Bailarín, “bailaba solo flamenco, con el cuadro de flamenco”; me cuenta que no dormía por las noches y “cogía el caballete y me ponía a pintar”; y le pregunto por el dinero:

-No creo haberle dado mucha importancia al dinero. Me lo gastaba. Muy bien, gastado.
-En todos estos libros y objetos que tienes a punta pala por casa.
-Nunca me ha importado el dinero, me ha importado más las cosas que me gustaban… que, claro, el dinero estaba entre medias.
-¿Se ganaba dinero con Antonio?
-Mucho, no, pero se ganaba dinero.
-¿Se ganaba en función del escalafón que ocupara cada uno dentro de la Compañía?
-No lo sé, a cada uno le hacía un contrato, así que no sé… con Antonio Mairena, por ejemplo, no tenía contrato, era verbal.
-Pero tenías Seguridad Social.
-Sí, está todo eso pagado, pero luego se ha encargado aquí (Valladolid) un cabrón de juez que había, que se ha jubilado, que le veo por la calle y digo, Rodolfo que no tienes que tener rencor. Pero se le tengo. Me dan ganas de meterle una hostia. Porque me negó que había trabajado yo en la televisión. Para las cotizaciones, para este cabrón que estaba en la calle Gamazo, pues yo no había trabajado. Y al no tener eso devengado en la Seguridad Social no contaba para la pensión que me pudieran haber dejado. Una mierda es lo que me ha quedado ¡por cupadelcabrónese!... Vaya una mierda de yogur, tiene unas briznitas de no sé qué hostias y se me meten en los dientes. ¿Qué pone ahí? (señala la etiqueta del yogur). 
-Con cereales y fibra.
-Eso es.


-¿No llegaste a ir a Rusia?
-¿Qué dices? Ni a ningún país de la órbita soviética. 
Se levanta y sale de la habitación; vuelve con una caja de la que saca varios pasaportes de distintas formas, tamaños, según los años. El más antiguo es de 1954, su primera salida fuera de España. Sellos de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Suiza, Bélgica, Italia… El más reciente es de los 70, donde figura la prohibición, por parte de la dictadura franquista española,  de entrar en la URSS y “países satélite”, dice Rodolfo, a sus nacionales. Sigo viendo pasaportes, tomo notas… (año 1955) sellos de Beirut, Alejandría, Washington, París…  Motivo del viaje: tournée théâtral. 
-Uruguay… en barco, ¿cuánto duraba la travesía?
-Unos 15 días.
-¿Ensayabais en el barco?
-Sí, hacíamos clases de ballet, en el barco; dos horas, para estar en forma. 
Pasaportes del 63, 64, ya no estaba con Antonio, ¿viajes de placer? 
-No, siempre estaba currando. Esa es mi mujer (la primera).
-Cuando te despidió Antonio, ¿también se fue tu mujer de la Compañía?
-Pues no me acuerdo ahora mismo, pero la lógica es así. 
Pasaporte con sellos de entrada y salida de Sudáfrica, fechas: 23-6-1959/3-7-1959. Rodolfo lee en inglés. “The teacher speak very well”, (¿mal?)digo. 
-He dado clases de francés e inglés aquí (en casa), guapín. 
Me dice en francés, que tenía un amigo, una de las personas que aportaba algo aquí , en Valladolid a la cultura, “il vendait du poisson. Peces, no veneno.  Que tenía una tienda de acuarios. A ese le di clases de inglés, por ejemplo” (pez y veneno tienen una pronunciación parecida en francés).
-Cuando salí de aquí, de España, a esos países, no sabía nada de nada, me cogían el dinero de las manos porque no sabía lo que me decían. Y me dio tanta rabia que aprendí de cojones, de bien para arriba. Estaba en Nueva York y me daba clases de francés mi novia francesa, que tenía la carrera abogada, anda jódete Manuel. Sí, la millonaria, Jacqueline Milland. Era muy culta. Viajaba con su hermano en un 15 ligero Citroën. Aquí (en su casa) estuvieron, su hermano y ella.
-¿Vivía tu madre?
-Sí, claro.
Rodolfo, dcha, con Ángel Currás, Antonio y dos bailarinas de la compañía, de gira en barco.


-Tu hermano Publio qué pensaba de tu actividad como bailarín.
-Ah, él encantado. Era un artista, joder. Se marchó a Francia con Capuletti (ladra Blackie, la perra, y entra en la habitación). Cuando yo me escapé a Madrid, con diez años, él me acompañó a la estación.
-¿Cuántos años mayor que tú era Publio?
-Dos años y medio.
-Tu familia era como de clase media, si es que había algo parecido en España, en aquellos años.
-Pues, sí. Luego, la jodida, murió mi hermano (Rubén, el mayor). Y entré en una tienda de comestibles, para llenarme los bolsillos de higos, por ejemplo. Tenía los bolsillos de los pantalones con cera, de la melaza que sale de los higos… luego estuve en otra. Una estaba donde está ahora (me parece entender) la iglesia de la Plaza España, una mantequería. La otra, estaba en la calle María de Molina, se llamaba Miguel Castelló , de una familia que se dedicaba al comercio de comestibles y tenían tres o cuatro tiendas.
-Y cambias a Sederías de Oriente.
-Fue porque había gente que me veía que era un niño educado, que tenía otra clase para ser recadero de estas tiendas, y me decían: “¿y tú cómo te has metido en esto?”, me veían distinto. Mi mamá se enteró del trabajo en Sederías y entré ahí de repartidor, que no se llamaban entonces así, se llamaban ‘espada’, el ayudante del encargado, porque era el que pinchaba a las mujeres y las entretenía, mientras él cogía otras ¿me entiendes? Vendiendo a dos bandas.
-Tu madre, como modista, ¿trabajaba para esta tienda de telas?
-No, pero era conocida como modista. Trabajaba mucha, y era muy buena. Y enseñaba a coser, ¿tú conociste a Teodora? (vivía en el mismo edificio nuestro, también fue vecina mía), la enseñó a coser, aquí, en casa.
-El padre de ella denunció al tuyo.
-Sí, eran católicos, apostólicos y romanos, de Valladolid. Qué cosas… Te voy a contar una cosa que no la he contado nunca a nadie. Para ver las bragas de Teodora  me metía en un cesto de mimbre que había en el cuarto de baño, y del pudor que me daba… no miraba cuando se bajaba las bragas. Eres el único en el mundo (risas).

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