lunes, 6 de noviembre de 2017

'Rodolfo Otero: Amor por la danza', en versión original (1 de agosto del 2016)

(Hablamos de cuando entra en la Compañía de Antonio el Bailarín; debe ser a mediados entre el debut en junio de 1953 y noviembre, mes este en el que ya aparece el nombre de Rodolfo en los carteles publicitarios).
-Cuando yo entré la compañía era muy limitada, habría como mucho unos ocho solistas. Y todos tenían terminada la carrera de Bellas Artes, que entonces es donde se estudiaba danza, menos yo que no tenía ninguna carrera, de nada de nada. Luego fue incrementando la compañía. Victoria Eugenia, Rosario Calleja, que su padre era de aquí de Valladolid, tendero, de Medina de Rioseco. Ya estaban allí cuando entré.
-¿Te acuerdas dónde debutas?
-Sí, en Bilbao.
-Cuando empieza el montaje del Sombrero de tres picos… ¿qué recuerdas?
-Sí lo recuerdo, como que fui yo el que le dije (a Antonio) que lo hiciera. Porque, le digo, es que la cosa tiene mucha gracia que antes ya esté montada por una compañía extranjera. Y usted que es español y tiene todo el baile español, que no lo ha hecho usted. Y entonces la hizo.
-Antonio lo había hecho con Leonide Massine, antes…
-Sí, y con Mariemma, en la Scala de Milán. Y en fragmentos con Rosario.
-¿Cómo fue eso de decirle que por qué no montaba el Sombrero?
-Pues muy fácil, siendo tan imprudente, por la juventud, para decírselo que lo hiciera. Y entonces, yo hice, el Corregidor.
-Tú no tenías en mente hacer nada.
-¿Qué dices?, que iba yo…
-¿Cuántas veces se representó el Sombrero?
-Más de 1000 veces (ríe suavemente).
-Eso son muchas veces.
-Muchas.


-Dicen que es la mejor coreografía de conjunto y que ésta en la que tú participas no ha sido superada ni cuando Antonio la volvió a hacer años después, ni tampoco por otros que también la han montado (permanece en silencio; la tele está encendida, sin sonido, aparece José Menese -fallecido el 29 de julio-, y a continuación el guitarrista Antonio Carrión, “le acompañó muchas veces”, digo; sube el volumen, Carrión toca la guitarra, aparecen dos chicas, una canta, otra baila.  “¡Qué sosita eres, hija de la gran puta!”, dice Rodolfo con acento andaluz). 
-El rostro en el baile, ¿debe expresar lo que siente o es una misma cara?
-No, hombre, no, es lo primero que has dicho. Es que el baile flamenco es una descomposición ¡compuesta! de movimientos que salen de los intestinos. Ese es el baile flamenco… Pal menda (risas). Pal menda lerenda que le gusta el turrón de almendra. Cuando hacen ¡aaayyy! Es de aquí (señala su estómago), sino se canta con eso, no… un sentimiento que arrastra todo como si fuera un volcán.
-“Descomposición compuesta”.
-Es equilibrar los sentimientos. Dominarles. Y hacerles armonía. Consiste en eso.
-Muy bien dicho. ¡Tirar los sombreros!
-Ooole y ole.
-¿Va a estar Ana en el estudio esta semana?
-Se va de vacaciones, diecisiete días, ¿por qué?
-Quería hablar con ella.
-Se va a Caí, cómo no. Y a Portugal.
-Bien. Oye, esos cuadros que tienes en la habitación de al lado, de cristos, vírgenes, ¿los has pintado tú?
-Alguno, si se llama a eso pintar. Yo no soy pintor. Pero vamos, les he hecho.
-Hombre, algún conocimiento de pintar parece que tienes.
-La cosa es bien sencilla, o moriles o montilla, es que mi padre pintaba mi padre era la hostia. Lo que no podía, bailar, porque era cojo. Llevaba una muleta. Estaba cojo a raíz de una enfermedad, que le encogió la pierna, la izquierda. Entonces, iba con una muleta. Con la muleta también te daba alguna (risas).
-Un personaje, tu padre.
-Jooder, ¿le has visto en las fotos?
-Sí, las del colegio, esa que está en pose de boxeo, ¿también fue boxeador?
-No, pero te daba una hostia y era como si fuera Joe Louis. Y con la muleta, si no llegaba. Era como un gancho, te pillaba por el pasillo. Mi padre no era un personaje, era un tío cultísimo. Sabía griego, latín, inglés, francés, alemán, italiano… joooder, la hostia… y eso que no había viajado a esos países. Luego, los aprendió mi hermano, el que se ahogó, Rubén. Ese era monstruo. A lo mejor se levantaba a las cinco o seis de la mañana y se ponía a estudiar. Sin que se lo mandara nadie. Con 18 años era profesor de Mercantil en la escuela de…
-¿Con 18 años?
-Y qué. Si era un monstruo. Y ¡se hizo el bachillerato en un año! Con dispensa de escolaridad, que se llamaba. Sí, señor. Mi padre, en una ocasión, celoso de lo que sabía su hijo, y  le echó mano al pescuezo. Te lo cuento como una cosa única, que pasó solo esa vez. Luego mi hermano daba clases aquí (en su casa) de idiomas, cuando murió mi padre, clases a abogados, de todo venían. Era un superdotado, sí. Y lo era por el trabajo y por el estudio. Y que se le quedaba, lo que estudiaba, porque si estudias y lo cagas, pues se te va… por el váter. Y también le dio por la pintura, y pintaba, y mejor que mi hermano Publio. Ven, ven que esto es historia. 
Me conduce a una habitación para enseñarme un cuadro, un retrato pequeño: “Es la hija de Centeno, Rosario, el dueño de todo esto -el edificio donde vive- y de la fábrica de ladrillos. Fíjate como está pintado, y no tenía 18 años. Y mira ahí, a covás”. Es un dibujo de un abuelo con un niño, a lápiz. Rodolfo orgulloso. Pasamos a ver otros cuadros, de otra habitación. Jesucristos, vírgenes, ángeles. Dos con la firma de Corral,“es un barero, gallego, que tenía el bar Olar, en la calle Cardenal Cisneros”. 
Aparece una foto enmarcada de sus padres, su abuelo – por parte de padre-, “era conserje de la Escuela de Comercio, de León. No llegue a conocerle. A mi abuela, sí. Majísima, la cabrona. Isabel se llamaba. Fufito, decía por mí (risas). Fofito me llamaban y ella decía Fufito”.


Dos cuadros de Isla, pintor vallisoletano, “se los cambié por una máquina compuesta de ebanistería, cepilladora-serradora y hostias. Ha desparecido y no sé, no he vuelto a saber nada de él”. Aquí, los cuadros, de vírgenes, cristos… 
-¿Tú rezas?
-¿Yo? Sí, hombre. No jodas. Yo soy profundamente religioso.
-Pero no vas a misa.
-¿Y qué cojones tiene que ver una cosa con la otra? (Señala un cuadro colocado en el caballete). Ese fue un homenaje que le hice a ese que mataron, Blanco. En memoria suya. Que por cierto ha gustado mucho a mucha gente (un campo, a la derecha una iglesia, noche, líneas rojas que caen tapan el cielo; miramos motos en miniatura, volvemos a la habitación donde grabamos, el cuarto de estar).
-Ayer leyendo no sé qué, encontré una frase de Emma Goldman, una mujer anarquista, luchadora por los derechos de la mujer, y los hombres, que decía: “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”.
-Pues muy bien (con acento andaluz), Con dos cojones y un palito.
(En la tele, un hombre mayor acompañado a la guitarra por un chaval, canta un fandango cuya letra menciona a Jesucristo, le digo que yo soy poco religioso, aunque me llaman la atención algunas cosas, conceptuales, digamos).
-A mí (Rodolfo), es que con lo que no hago mucha comunión es con la Iglesia. O sea, elijo. Lo que me interesa y lo que quiero, dentro de lo que está establecido.
-De la religión católica.
-Hombre, claro, sí, no tengas la menor duda.
-Y ¿qué encuentras en la religión católica?
-Joder, no me jodas. Jesucristo: el ejemplo del ser humano, que dio la vida por nosotros. Para mí, es el único y verdadero modelo de lo que es la grandeza, la humildad. No hay nada más grande que la (baja la voz) verdadera humildad. Y no impuesta, sino sentida.
-¿Cuándo empiezas con esta religiosidad?
-Hombre, entro porque en casa, mi madre era religiosa, sin ser fanática; mi padre, en esa época, como era director de escuela y había que dar ejemplo...
-Era una convención social para él ¿o tenía convicciones religiosas?
-Sí, lo era, era cofrade del Cristo de la Luz, el cristo de la inteligencia, de los docentes. 
Entramos en una discusión sobre la religión, extensa; extraigo algunos comentarios de Rodolfo: “La religión está basada en el bien y en el mal; en lo bueno y en lo malo. Y yo elijo, lógicamente, lo bueno. Ahora, que yo lo profese… me encantaría ser siempre bueno. Me encantaría… amaros los unos a los otros. Y yo, a lo mejor hay un hijo puta, y no; o sea que, fallo ahí. ¿Qué otra religión es mejor que la católica? Fíjate si Jesucristo no doy lecciones, dio su vida por la humanidad, para en-se-ñar-nos… una enseñanza espiritual y también carnal. Ahí está lo jodido. Le clavaron la corona de espinas, le hicieron llevar la cruz hasta el Calvario, le crucificaron…".

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